En el curso de la vida, uno se siente afluente
de muchos ríos, o cauce en el que navegan
todas las situaciones imprevistas,
que se niegan a sumergirse en el olvido.
Por ello, la línea de flotación, dependerá
de la voluntad de arraigarse en la orilla,
o descender hacia los abismos de la razón,
en busca de nuevas experiencias.
En el curso de la vida, caben todos
los naufragios posibles y un último rescate,
cuando ya nada se espera y la isla
más próxima, nos aísla en una
turbia soledad, hasta ver nuevamente,
brillar el sol sobre nuestra nuca, abriendo
los ojos a una nueva perspectiva,
que nos permita ampliar nuestros horizontes.
Ahora la sensación, es la percepción
inequívoca, de una realidad
anteriormente soñada
y pocas veces percibida.
Todo se abre ante el entendimiento,
y la luz, lejos de herir nuestras retinas,
refracta la imagen pura de la ternura, proyectando la versión más vital
y profunda de todos los espejos,
que fuimos rompiendo en la opacidad
de una triste existencia.
Escrito en Junio 2025 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.
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