Te escribo palabras de amor.


No hay poema fiel para describirte,

blanca es tu alma, pared encalada,

acaso no deba decir ahora nada,

ahora que puedo, por fin escribirte.


Hablar de tu amor, de tu hechizo bueno,

que guardo en mi alma, por desprendimiento,

al hallar en ti, el descubrimiento 

de algo tan inmenso, que me siento pleno.


Algo que jamás hube imaginado,

un rayo de luz creció en el momento,

porque de tu amor estaba sediento,

cuando comprendí que siempre te he amado.


Tú eres esa flor que no se ha libado,

por ese motivo, nunca se marchita,

vives en mi mente, porque lleva inscrita,

la gracia del verso que me has inspirado.


Ahora te contemplo mientras va fluyendo,

como un río inmenso, tu amor en mis venas,

atrás se quedaron tristezas y penas,

pues mi vano orgullo se va deshaciendo .


Arde el sentimiento en mi corazón,

me quema la angustia, cuando no te siento

y vivo tu amor en cada momento,

con el tibio gozo de mi devoción.


Te escribo un poema, porque he de decirte,

que llevo tu nombre en mi alma grabado,

es el sentimiento de este enamorado,

que siente tu amor y decide escribirte.


Escrito en Enero 2025 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.

Sueño de amor.


Era de noche y el cielo ardía 

con estrellas preciosas, fulgurantes.

Tratábase la noche como al día 

se dedican poemas delirantes.


Era de rojo carmín, su encendido labio

y al beso sellado, se restaba,

beso en la calma, que por sabio,

de la escasa luz, se alimentaba.


La amé, como se ama la presencia,

apenas despejada o desprendida

de un soplo de ternura y de inocencia,

o apenas desde el sueño presentida.


La amé, como se ama en la pasión,

sin veto en la virtud, con la prudencia 

que rige en el latir del corazón 

y marca la piedad, por excelencia.


Soñé con el contacto de su piel 

y hallarme en el placer, por el camino 

que augura en su sabor de dulce miel,

que sea claramente mi destino.


Amé por su contacto, la ternura,

la tibia seda, que su amor tejía 

y quise mantener por su figura,

el fuego, que al mirarla, yo sentía.


Noté que al abrazarla, se moría,

como muere una flor en el desierto,

pensé que al olvidarla, viviría 

y que tal vez su amor, no fuera cierto.


Pensé que se debía su agonía,

por darle tanto amor, si la quisiera 

tanto, que al fin, la flor de un día,

se fue desvaneciendo en su quimera.


Los sueños del amor, son los suspiros 

del alma, que pretende conservar 

sus hechos, entre frágiles papiros,

que arden, cuando se comienza a amar.


Amar es esa vana pretensión 

de realizar un sueño, que intangible,

se muere en esa hoguera de pasión 

y arde con su propio combustible.


Amar es dedicar la vida entera,

a perseguir un sueño, que evadido,

oscila en tu reloj, en esa esfera 

que observas, cuando al fin lo has comprendido.


Escrito en Enero 2025 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.

Misiva a las conciencias de las Naciones Unidas.


No puedo guardar silencio,

cuando veo una injusticia,

lo razono y lo sentencio 

y mi voz es la primicia,

que se alza en la multitud,

por lo que pienso y declaro.

No soporto la quietud 

y aunque te parezca raro,

necesito denunciar 

por valor y por derecho

y trato de congeniar,

porque siempre doy por hecho,

que se debe equilibrar 

la justicia en esta vida,

cuando va a ser impartida.


Al pobre debemos dar

un techo y el alimento,

pues se trata de ayudar 

a mantener su sustento.


Nuestro mundo siempre ha sido 

una fuente de riqueza,

no concibo la pobreza,

si el mundo es mal repartido.


No concibo la violencia,

ni una guerra fratricida,

ahondemos en la conciencia,

como punto de partida.


Hacia una ley de igualdad,

que rija las realidades,

defendiendo la verdad 

de nuestras necesidades.


Nadie vale lo que estima,

si no tendemos la mano 

y se ignora y se lastima 

a quien debe ser tu hermano.


Todos vamos a un camino,

llegando a la conclusión,

de que nuestra evolución 

marcará nuestro destino.


Escrito en Enero 2025 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.

con sumo cuidado

CON SUMO CUIDADO

y un cierto pudor
busco, cada noche,
las palabras penitentes
con las que poder
dibujar el último poema
de la jornada.

Las incertidumbres acosan,
llenan de fango
la cuartilla vacía, cubierta
de presentimientos sombríos.

Alguien pregunta


           La tarde es magnífica: soleada y con un bullicio de pájaros cantores que envuelven la atmósfera del jardín municipal. Sentado en uno de sus bancos está don Andrés, un viejo profesor jubilado. Alguien que pasa por allí se acerca a él con actitud de ayuda.

Quién quiera que sea, no me pregunte por cómo me encuentro. ¿De acuerdo?

Bien. ¿Está solo?

Más solo que la una. Creo que a veces se dice así.

Le veo un poco triste. ¿Puedo ayudarle en algo?

Qué quiere que le diga. Las cosas que pasan son las que suceden, queramos o no.

¿Por qué Dios nos las manda?

¿Eso es lo que usted cree?

Hombre, siempre se nos ha dicho que Dios nos cuida y a veces nos castiga.

¿Y a usted le parece lógico?

Yo solo repito aquellas cosas en las que hemos sido educados. Recuerdo que cuando era pequeño mi madre solía decirme: «Beltrán, sé bueno o Dios te castigará».

Pamplinas, que Dios ni premia ni castiga; que si hay Dios ―que yo tengo mis dudas― estará para cosas más importantes.

¿Entonces, quién va a preocuparse de nosotros?

Pues nosotros mismos, las personas que te quieren y aprecian, etc.

¿Y ya está?

Le parece poco. ¿No está usted ahora interesándose por mí?

¡Pero eso es otra cosa, hombre!

¡Me parece que no entiende ni una papa! El mundo funciona así, amigo mío ¿No ve usted lo solo que estoy, porque mi mujer y mis hijos me abandonaron cuando yo era joven?

¡Vaya, lo siento! No sabía...

¡Cómo iba usted a saberlo! Usted no es Dios.

¿Y Dios lo sabe?

¡Y yo qué sé, hombre! Yo solo sé que estoy triste y usted me acompaña en mi tristeza. Antes estaba solo y ahora me siento acompañado. No hay más cera que la que arde.

¿Pero algo tiene que haber por encima de nosotros?

El cielo que usted ve, que no siempre es azul y tiene buena cara. También a veces se encoleriza, como en las DANAs. ¿Me entiende lo que quiero decirle?

La verdad es que usted me desanima, más que animarme.

¿No me ha visto cómo estoy? Mejor váyase con su fe a cuestas y que Dios le bendiga.

¿Dios, dice usted?

Bueno, es un decir.