Sigo el rastro de sangre
que mana de tus pies
y gotea en tus ojos
con este instinto de cuidado
que me condenó a existir.
Con discreción percibo
tu llanto negro,
desolador,
inconsolable, oculto.
Siento el filo punzante de tu soledad
apuñalándote con saña
cuando te acuestas junto a mí
y te arropo con mi persona.
Aquí estoy, amor,
déjame acompañarte
en tus pasos dormidos
de funambulista sin red,
allí donde nadie se atreve,
allí donde muere el silencio.
Gio Aguiló
De El dueño interior, ACCI ediciones.
Imagen: La creación de las aves, Remedios Varo.
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