Espanto en la Polvorosa


 

 

   Esta es la historia de Mariano Rubiales, el dueño del Rancho La Polvorosa, del que se decía que se había ido de un día para otro llevándose a su familia a no sabían qué sitio. Contaban que desde hacía ya tiempo no se dejaba ver mucho por la taberna de don Ambrosio. Que si estaba muy ocupado mejorando las cercas de su rancho; que sí trabajaba en la plantación de unas nuevas semillas de tomates, que si se encontraba poseído de una extraña melancolía y daba vueltas como un loco alrededor de su casa. Lo aclaraba preguntado hasta la saciedad e incluso presionado por los lugareños su amigo de la infancia Hermenegildo Cardoso.

            El tal decía que todo eran elucubraciones y que cierto era que Mariano estaba algo trastornado desde que una noche asesinaran a su hermano Leandro en el cruce de las Dos Ventas, justo dos días antes de que pretendiera casarse con Margarita, la hija mayor de don Esteban Madrazo, el mayor terrateniente de la región. Lo demás eran todas falsas habladurías que lo hundieron y lo postraron permanentemente en la mecedora de su porche, un día sí y otro también, contemplando el paisaje árido de la Polvorosa con la mirada perdida en el horizonte como si quisiese ver aparecer a su hermano cabalgando desde la lejanía de la planicie camino del rancho. La verdad, es que nadie sabía a ciencia cierta nada de nada, incluso ni su amigo Hermenegildo, que sólo pudo hablar con él un par de semanas antes. Y  comprobó con asombro que apenas pronunciaba palabra alguna y tenía un rictus permanente de espanto en su cara que no parecía corresponderse con ninguna tragedia que hubiese podido sufrir, ni siquiera con el ruin asesinato de su único hermano, el apuesto Leandro Rubiales.

            Todo parecía una incógnita irresoluble, al menos durante las fechas inmediatamente posteriores a la huida de Mariano con su familia. A no ser por la providencia de Emilito Cabrales que tenía a su cargo las llaves del rancho por si sucedía algún imprevisto que cogiera fuera de él a Mariano y su familia. Fue entonces cuando llamó a Hermenegildo Cardoso y penetraron en la casa y pudieron ver que todo estaba revuelto: las camas deshechas, los platos sin lavar y la comida servida aún en la mesa del salón, como si hubiesen tenido que salir por pies. Y entre toda aquella marabunta, observaron por casualidad una nota tirada en el suelo, escrita de puño y letra por Mariano. Y ésta decía «Desde que falleció mi hermano Leandro no hemos podido descansar ni una sola noche. Su espectro se nos aparece una y otra vez entrando en nuestra alcoba y golpeando el somier de la cama hasta despertarnos. Se oye su voz de ultratumba pidiendo una venganza que no puedo darle, y hasta he oído los cascos de su caballo rodear la casa y una sombra cabalgando en el atardecer camino del rancho. No sé quíenes fueron sus asesinos y por eso nos vamos, pues mi hermano no va a parar hasta que los culpables sean castigados. Si alguien se entera háganme llegar la noticia a través de un emisario. Estamos en el poblado de las Margaritas y no regresaremos al rancho hasta más saber. Firmado Mariano Rubiales».

            Yo sí sé quienes fueron los asesinos de Leandro Rubiales y tengo que hacérselo llegar a su hermano Mariano, pero no he podido hallarlo en el poblado de las Margaritas. Me dijeron que anteayer se fueron de súbito a la ciudad de San Bernardo de los Santos que está muchos kilómetros al norte de la región de Cumbres Azules y ahora preciso un caballo nuevo para poder llegar hasta allí, ya que al entrar el invierno es lugar de caminos helados y difíciles de transitar. Mi cabello es muy viejo y no aguantaría la travesía. Me han informado que debería pedírselo a su amigo Hermenegildo que tiene una recua de animales de carga y varios caballos en uso. Y tal vez él quiera acompañarme cuando me interrogue y desee saber quienes mataron al bueno de Leandro.

            Yo sé ya lo he dicho los nombres de quienes asesinaron vilmente a Leandro Rubiales, pero no puedo decirlo en voz alta porque peligraría mi vida. No son gente que se anden con chiquitas; son personas muy  poderosas y conocidas de Mariano y no va ser fácil quitarlos de en medio, por más que el fantasma de Leandro reclame venganza. Él lo sabe y yo lo sé, pero no puedo hacerlo público, sino a las personas indicadas y en el momento justo para que después de ejecutada la venganza su alma pueda hallar la paz eterna.

2 comentarios:

  1. Hola, José Luis. A mí este texto tuyo me retrotrae a los años 60/70 en concreto a la serie Bonanza, que fue emitida por la cadena de televisión NBC entre el 12 de septiembre de 1959 y el 16 de enero de 1973. El rancho La Ponderosa de entonces y este rancho tuyo de hoy La Polvorosa, tienen esta terminación en "osa", que parece ser la misa c"osa". Ciertas connotaciones de western/cowboy tiene este texto tuyo, - mecedora, porche, paisaje árido... típico del cine de esa época - , y aunque los nombres y apellidos están españolizados, y no suenan a los Ben Cartwright, Hoss, Joe y Adam de entonces, todo me lleva a recordar ese entonces de chérifes, pistolas, y disputas entre familias hacendadas. Ese Mariano Rubiales tuyo suena a caso de corrupción en la tele de hoy. Y Ermenegildo Cardoso, otro "oso" y Emilito Cabrales, dan ese tufo del buen queso y el gran oso. Me gusta. Felicidades.

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  2. Muchas gracias, Santiago, por tu extenso comentario, que analiza y desmenuza mi relato. Es obvio que de "rancho" y "La Polvorosa" nuestra memoria nos lleve a "La Ponderosa y sus personajes, los cuales se han españolizados, pues yo los situaría más bien el territorio de Méjico-Nuevo Méjico, solo con un matiz: aparece en la casa un personaje de ultratumba (el hermano de Mariano Rubiales) que espanta e introduce en la narración una experiencia mágica dentro del cuento que presenta un tono real. Me alegro que te haya gustado. Un abrazo.

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