Con luz siempre vas vestida,
igual que un amanecer,
cuando el cielo empieza a arder,
exaltando así la vida.
Quiero que siempre sonrías,
pareces tener un don
y siento esa bendición,
que desde el cielo me envías.
Cielo que extiende su manto
de tonos rojos, bermejos,
de brillo en oros añejos,
para vencer el espanto,
que apenas surge y reinventa,
la calma en la potestad,
callando a la tempestad
en medio de una tormenta.
Prestas tu luz, en los bienes
de una divina presencia,
que destaca por su ciencia,
dejando atrás los andenes
de toda desesperanza,
justamente, cuando danzas
envuelta en gasas y tules,
con firmeza de abedules
o espigas que peina el viento,
que son de vida, el sustento.
Brotas del gris de la bruma,
creciendo como la espuma,
que al cielo pide prestado,
porque así se ha originado
un beso en cuarto creciente,
en algo tan incipiente,
que al estallido de un beso,
detiene todo el proceso.
Brillando en la claridad
de este cielo inmaculado,
la estela que tú has dejado,
son tu credo y tu verdad.
Escrito en Octubre 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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