Covid-espiritual


... de La Red
     Esto que nos está pasando con el covid-19 no es nuevo; solo que ahora casi todos estamos en que de no seguir las normas uno se juega la vida; a la física me refiero. Siempre ha sido así con la vida eterna, el demonio siempre ha estado ahí, invisible, agazapado, esperando a que nos quitemos un momento la mascarilla del amor que nos dejó el crucificado para infectarnos. A veces parece que no estuviera, que ni existiera siquiera. Parece el punto bajo de la curva de infección demoníaca. Sin embargo, cuando te toca, todo se vuelve del revés, todas las seguridades transmutan en angustias, todos los deseos se detienen en los espacios temporales, incluso la eternidad nos parece un exceso, como si volver a la oscuridad sin alma fuera la única salida. 

       Algunos pensaron que con el fin del confinamiento acabaría todo, que el calorcito del verano nos protegería, que todo había sido un mal sueño; y ya vemos que no, que el bichito sigue ahí, hambriento, al acecho, como una fiera salvaje. Lo mismo ocurre en nuestra relación con Dios, la verdadera vida, que el demonio no para: debemos seguir en el confinamiento de la fe; que nadie piense que con ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar, con cumplir los mandamientos, con rezar incluso todos los días lo que buenamente uno pueda, es suficiente para librarnos de los embates del mal. No, tal es el poder de este virus espiritual. Incluso en esas instancias protegidas por nuestras exiguas fuerzas entra, de soslayo, como una sombra, como “¡hay que me he equivocado!”. Es un enfrentamiento que no tiene visos de terminar nunca. El covid-espiritual siempre está ahí, al acecho, nunca dejará de tentarnos, esperando a que nos descuidemos. 
       Ahora que vuelven los rebrotes, que vuelven los muertos, que el ataque del demonio en forma de cansancio anímico nos deja a la intemperie… ahora es el momento de no ponerse malos, de aguantar en lo sano, en lo seco, en lo estable, de rezar. Sí, es hora de rezar. No os riais, por favor, que no tiene gracia, quedaros en vuestra listeza y vuestra superioridad intelectual, y dejadnos ser como somos, lo mismo que dejáis ser a otros como son, sin más. Porque rezar no solo es lo que se ve: estar de rodillas ante una talla de madera del crucificado del siglo XII, por ejemplo. Rezar es entrar en lo seguro, acercarnos a lo inmutable, comprender la exactitud de lo que realmente somos: pequeñas pizcas de tiempo indefensas, velas de lino ante el vendaval, velas de cera que arden en la oscuridad y que se consumen inexorablemente, que es la esencia misma de la vida, acabarse, irse haciendo luz. Rezar es reconocerse a uno mismo como lo que uno es: ni una mota de lucidez en el tiempo que aspira a un todo atemporal. Rezar es esto, unir el libre albedrío de cada uno con el Amor del Creador, tocar el Amor, ser-transformarse de alguna manera en Amor, esa tela espiritual que abriga las intransigencias del Espacio-Tiempo. 
... de La Red

       Contra el Covid-19 prudencia, seguir las normas. Contra el Covid-espiritual, rezar, llenarnos de Amor.








El texto de propiedad intelectual de Santiago Solano Grande