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Hay pájaros que nacen en rincones oscuros.
Les cuesta abrir los ojos y se mueven despacio.
Tropiezan, despistados, contra cualquier esquina
y regresan al nido ignorándolo todo:
el sonido del mar al chocar con las rocas,
el tacto de la nieve, el color del crepúsculo.
Pero jamás el miedo ha vencido a la luz.
Se plantearán un día por qué son tan hermosos.
Descubrirán, pasmados, la llamada del viento
y, sin pensarlo, apenas, desplegarán las alas.