Autopista hacia el Cielo: (Un cuento soñado)



       
Aquella noche me desperté en mitad de un extraño sueño del que sólo puedo recordar una parte, ésta que aquí os cuento. Alguien –un venerable anciano de pelo muy blanco- sentado en plena majestad sobre un gran sillón hecho de oro y piedras preciosas, me habló de todo cuanto a continuación os narraré. Yo, por mi parte, apenas podía moverme, sintiéndome prisionero en el interior de un sueño dentro del cual parecía soñar esta historia.

“No puedes alcanzar el infinito y la Eternidad, así como así; no estás en modo alguno preparado. Es mucho el esfuerzo y tienes que ganártelo; no es cosa nada fácil y trivial. No se trata de que el Creador te haga un regalo a cambio de nada: eso no tendría gracia alguna. Hay una Ley máxima en el Universo que dictan desde tiempo inmemorial todos los astros: la vida es una lucha constante contra sí misma, pues desde que naces estás predispuesto a padecer calamidades y finalmente morir. Y debes entender claramente que romper dichas cadenas representa un duro trabajo que lleva mucho tiempo y esfuerzo.

Por eso, coloca tus manos una sobre otra e intenta escalar hasta el Cielo. ¿Verdad que está demasiado lejano y te resulta prácticamente imposible? Sin embargo, quiero decirte que no desesperes, que hay una manera de llegar de un punto a otro del mismo, no recorriendo el camino a pie, para lo cual necesitarías todas tus vidas disponibles y otras muchas más. Se trata (no sé si ya lo habrás adivinado) de hacerlo subido a lomos de un relámpago tomando el atajo de un agujero negro de gusano en donde las distancias prácticamente quedan anuladas, ya que en él, Espacio y Tiempo se pliegan sobre sí mismos; de modo que estando tú dentro de ese túnel que absorbe cualquier signo de materia podrás moverte a la velocidad de la Luz desde un confín a otro del Universo. Mas ojo, atiende y recuerda: antes habrás de ganarte, con tu esfuerzo constante y a lo largo de toda tu vida, la posibilidad de subirte a ese vertiginoso caballo de energía que te transportará a la Tierra Prometida; tendrás que hacerte acreedor, con el sudor de tu frente, de todo tu cuerpo, a ese viaje en primera clase que te llevará, como si dentro de un sueño estuvieses, desde la tierra hasta el Cielo”.

Fue entonces, cuando todavía muy aturdido, deseé saber cuáles serían esos duros trabajos que habrían de permitirme acceder a tan codiciado premio: el de la Eternidad. Y, muy decidido, quise preguntárselo al bondadoso anciano. Levanté mis ojos buscando su luminoso semblante, mas sólo pude ver como ascendía entre nubes sobre una suerte de carro de fuego que desapareció de mi vista al instante. ¿Quién podría ser? –pensé lleno de todas mis dudas.

Pero enseguida recobré la lucidez. Y al punto reflexioné –como en tantas otras ocasiones- que al no tener otra guía mejor, no me quedaba más remedio que buscarla con denuedo en mi interior. Y así me prometí a mí mismo, que por una sola vez y para siempre a lo largo de toda mi vida, me encomendaría a mi fiel corazón; que estando hecho de luz –como imaginaba- me conduciría inequívocamente a través de esa gran corona radiante (aquel soñado agujero negro de gusano) desde la tierra hasta el Cielo. Claro está –atendiendo a las sabias palabras de tan enigmático anciano- previo pago del correspondiente “peaje” para el uso de tan valiosa Autopista.

Ahora que lo pienso, no sé si fueron meras elucubraciones mías. Por eso os pregunto: ¿No habéis tenido alguna vez una idea o sueño parecido?


(De Cuadernillo de la Cuarentena Covid-19)


J.L. Pacheco.