Ella se llamaría Esperanza y vendría al mundo con la primera entonación de maitines del las monjas, al lado del convento de los agustinos, sobre las milagrosas aguas subterráneas del río que desde el claustro baja hasta la laguna. El asesinato de La Pacheca y la imposible historia de amor entre Fulgencio y Esperanza estaban predestinados a ser el punto álgido de las atracciones turísticas de Santa, por encima incluso de los esfuerzos del Centro de Interpretación por convertir al pueblo en una villa medieval que no le pinta ni con cola. Pero esto es la historia del historiador, otra cosa que la verdad de la imaginación, asunto de este tratado.
Santiago nos vuelve a deleitar e intrigar con esta historia que va tomando forma con la presentación de nuevos personajes. Santa y las benditas aguas subterráneas dan soporte a la trama imaginaria del narrador. Hay para rato. Felicitaciones.
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