La ronda de la muralla está desierta. Ningún vigilante la transita porque todos están muertos. Una rosa roja ha crecido entre la yerta maleza y aparece extrañamente alzada, como si quisiera hablarle a cualquier insospechado visitante. ¿Mas quién osaría pasear por esta inhóspita ronda? Desde lo alto de la semiderruida torre del homenaje puede divisarse un conjunto de esqueletos esparcidos por el suelo, generando un caprichoso semicírculo con un gran promontorio de huesos en el centro. La batalla debió de ser larga y dura y los restos dejados muestran el fragor de una lucha con cientos de cuerpos destrozados, lanceolados y hasta descuartizados por las hachas de doble filo. Nadie puede hablar para contarlo, aunque junto a los desvencijados goznes de la puerta principal el esqueleto de un hombre ―debió de ser un capitán de la guardia o alguien de la tropa de cierta importancia― señala con su rígido dedo índice hacia arriba, hacia mucho más arriba, probablemente hacía lo más alto del firmamento. ¿Por qué habrá quedado en esta actitud tan tensa y sorprendida?
Es noche cerrada
y si tenemos algo de paciencia pronto lo averiguaremos. Desde la zona superior
de la colina que circunda el castillo un óvalo luminoso aparece de pronto y se
desplaza veloz por el cielo, rota su trayectoria y reduce en seco su velocidad
hasta descender y aterrizar en el centro del patio de armas, débilmente
iluminado por una sombría luna entre nubes. De la nave, embutido en un traje
metálico y aparentemente ligero, desciende la figura humanoide de un
visitante estelar. Suponemos que él puede darnos todas las respuestas a las
preguntas que nos hacemos.
Intrigante este cuento tuyo amigo José Luis. Desde la primera palabra se siente el frío de la noche, la ausencia de todo calor humano: huele a muerte. Hay una serie de elementos sombríos, que dan escalofríos. Perfectamente hubiera podido ser escrito por un autor del romanticismos. Ese gusto por los cementerios, la luna tras las nubes negras, el silencio de las piedras... Felicidades. Me gusta.
ResponderEliminarAh, y, ¿por qué la figura humanoide del visitante estelar nos lleva a suponer que él tienen todas las respuestas? Ese plural mayestático, nos mete en el conflicto y nos deja patidifusos, como la voz narradora. Je.
ResponderEliminarGracias, Santiago, por los interrogantes que abres con respecto a este pequeño relato, por recrear su atmósfera y por el matiz de " romántico". Aciertas plenamente. Respecto a tu pregunta última, seguramente nunca podremos darle respuesta. Es posible que la guarden el visitante estelar y el cadáver del soldado que señala con actitud rígida hacia el cielo. Un abrazo.
EliminarPregunta, Sr. Pacheco. ¿Puedo preguntarle yo, permítaseme la redundancia, a esa figura humanoide, a ese visitante estelar, sobre lo ocurrido, sobre por qué llega tarde, etc. Y ya puestos puedo también interrogar a la voz narradora, sagaz manipuladora de mentes, y a los otros del plural mayestático sobre su implicación en la historia y la obsesión por incorporarnos en el grupo de los que saben mucho y cuentan poco. Que todo hay que decirlo. No está nada bien dejarnos así, en el punto de la interrogación, mirando un mundo que no nos pertenece pero que a la vez nos parece tan cercano.
ResponderEliminarObviamente que si podemos preguntarle, aunque la verdad, amigo Santiago, el narrador no tiene un interés especial por añadir mucho más al respecto; tal vez no lo pensó bien, pero es así como quiso contarlo. Además -esto por supuesto con todos mis respetos-, no parece haber ( naturalmente excluyéndote e a ti) mucho quórum de espectadores que se apresten a oírlo. No obstante, pensaré en cómo darle algo de las a la historia. Solo un poquito más. Lo justo. Un abrazo.
ResponderEliminarInteresante relato que, efectivamente, como nos dice Santiago, nos hace plantearnos numerosas preguntas.
ResponderEliminarMuchas gracias, compañero, por tu comentario. Saludos cordiales.
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