en la tranquila noche

     En la tranquila noche, sobre sus silencios de terciopelo, voy colgando, con mino, todos mis recuerdos. Me emociono al contemplar como las imágenes de mi vida son, cada vez, menos nítidas y se esconden en los rincones más insospechados.

     Las palabras juegan con mis sentimientos y pretenden darme esquinazo en cualquier recodo de la madrugada. Trato de mantener la cordura y aferrarme a mis deseos, tengo que conservar mis ilusiones intactas e imponer mi criterio, si pretendo seguir soñando. He de sumergirme en la blancura y continuar atento a los murmullos de la página, sembrando ilusiones desconocidas en los senderos oscuros de los amaneceres eternos

     En muchas ocasiones, demasiadas, no soporto el olor nauseabundo de los gritos borrachos, no aguanto los destellos absurdos que me provocan constantemente. Quieren arrebatarme los versos de mi alma, cada vez más cansada y, profundamente, decepcionada.

     Los versos me protegen de los ultrajes de un atardecer soberbio que no acepta mi arrojo y fuerza de voluntad. Confío en el mañana y estoy dispuesto a no malgastar las pocas ilusiones que aún guardo en mi corazón, Ellas, estoy convencido, no me dejaran caer en el abismo gris de la desesperación, ayudaran a protegerme de los reveses de un mañana incierto. La madrugada me acoge maternalmente. Me anima a escribir el verdadero poema, controla a todos mis inquietos versos. Algunos, en épocas de apatía, me abandonan y huyen a través de ingratos silencios que, apenas, me conocen. Sólo desean robarme las pocas ilusiones que quedan en mi corazón maltratado por el destino.

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