Traslúcidas y transparentes emociones.


El rostro puro, diamantino en la luz.

Transparencia de cristal, que  al alma infunde

en cada contorno, en cada expresión,

en cada gesto.


Desde lo más profundo, un pálpito en erupción 

de incesante amor.

Destellos de luz y calma extendida  en beso,

labio o vapor que no hiere, que no pesa.

Que difumina los abruptos perfiles, suavizando 

cada ademán o cada propósito, pues el alma 

se serena y busca una plenitud,

 que en su refugio no hallaba.


Niebla y luz, para suavizar los cantos hirientes 

de las rocas o los adustos rostros,

encallados en los arrecifes de la tristeza.

Niebla, luz y más tarde…

diáfana claridad, resuelta  sin altivez,

como caricia única en el despuntar del día.


Espuma y arena para vencer la sal 

de las heridas y mitigar el dolor  de cristal,

cautivo en una lágrima, redondeando 

su figura en una gota de agua purísima,

nacida del éxtasis de un tiempo feliz.


Escrito en Diciembre 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

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