Puertas del Paraíso


                                                                   Imagen obtenida de la Red...


        Por fin aquel día logré hallarte en el Paraíso, pero era demasiado tarde: sus puertas estaban cerradas a cal y canto. Sólo pude contemplarte a través de los barrotes de sus altas verjas, creadas para no dar cabida a corazones sensibles como el mío. Tú, estabas allí, igual que siempre: intacta e idéntica a ti misma; como si la eternidad del tiempo te hubiese mantenido congelada indefinidamente. Pero ese aparente y maravilloso cautiverio no era justo, por eso intenté escalar aquellas inalcanzables puertas hechas de un metal indestructible. No había tiempo que perder; si quería llevarte conmigo, ese era el momento, cuando el dragón guardián de tres cabezas y ojos color de fuego dormitaba en su descanso infernal. Mientras lo hacía, tú me mirabas con ojos ansiosos, igual que si fueses una joven princesa esperando impaciente la llegada de su príncipe salvador. Todavía puedo recordarlo vivamente, como si hoy mismo fuese ayer.

        Sin embargo, desgraciadamente, he de decir que yo, ni soy príncipe, ni soy valeroso. Mi cuerpo y mis manos son las de un anciano que un día fue joven y tuvo un maravilloso sueño, éste que ahora os cuento, justo cuando ya me hallo cada vez más cerca de la antesala de la muerte.

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