Aduladores del Tiempo

 

Cada uno de ellos
colocó frente a sus pies
sus ricas mercancías
hechas con mil delicias
preciosas de la tierra;
pero al Tiempo
le faltó tiempo
para rechazar una a una
todas aquellas ambrosías.

«Nadie puede comprar tiempo
―dijo el Tiempo muy en serio―
ni con oro, ni con piedras preciosas,
ni con nada que se le parezca».

«Yo mismo,
que soy el Tiempo,
estoy a mi vez
determinado de antemano
por el tiempo.

Ni un segundo de más,
ni un segundo de menos
puedo prestarle a nadie;
ni aún queriéndolo,
os podría regalar mi tiempo.
Y es que en el fondo,
todo cuanto poseo
pertenece a la Eternidad».




No hay comentarios:

Publicar un comentario