LOS VERSOS, CON SUS TRAVESURAS,
juegan con los sentimientos
más amargos.
Corretean a mi alrededor,
mostrándome, con gran descaro,
todas mis inseguridades.
Los miedos de antaño
regresan, ufanos,
y me roban las palabras.
Arrebatan los sueños
que descansan, plácidamente,
en la alacena de las esperanzas,
esperan salir volando,
dibujar el deseado poema.
Aparecen y huyen
por sendas desconocidas.
El abismo blanco, mi paraíso dorado
desaparece en atardeceres
grisáceos que no paran de humillarme.
El día en que los versos no sean traviesos, habrá muerto una parte de la poesía, la más divertida. Un abrazo.
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