Un cielo caucásico cae sobre las arrugas
metálicas de los proyectiles, que salieron
de las bocas ardientes de los fusiles.
Millones de lápidas sin nombre,
con un grosero anonimato, forjado
en la ignorancia y una indiferencia, que huele
a miedo y a detritus de la razón, en avanzado
estado de descomposición.
Enormes lagos vacíos,
en las memorias mundanas,
y un vómito reciente en algunas casuales
mentes.
Un raudo y truculento paso de páginas
en la historia, con su carga de inexactitudes
y perniciosas mentiras.
La fingida comodidad, de no complicarse
la vida, aunque se pierda la dignidad
y no parezca un vida merecida,
sino un soportar la existencia a duras penas,
para llegar al día siguiente, sin más esperanza
que una muerte rápida y sin sufrimiento.
El gris del basalto, inoculado en vena,
para conseguir la insensibilidad del alma,
frente al abismo, en el que nos precipitamos .
Escrito en Enero 2022 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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