Es el amor un puro capricho,
un atributo trivial del cuerpo,
pues igual que sobrevuela por los
aires
para alcanzar las altas cumbres de
los cielos,
se desploma abruptamente
por los oscuros agujeros que conducen
hasta las llamas del ardiente
infierno.
Es voluble, lábil e irracional,
y convida a nuestra incauta inteligencia
a interminables bacanales de placer,
aunque en no pocas ocasiones
culminen en los brazos de la nada.
Fútil, móvil e intransigente,
conduce al alma cuesta abajo
por cualquier camino de perdición;
mas es tan seductor y convincente
que siempre acabamos presos de sus
garras.
Derrama sobre nuestra piel
sus delicados almíbares y besos;
nos adula a cada paso,
y con sus ágiles y ladronas manos
se lleva para sí nuestro frágil
corazón,
para dejarlo más tarde abandonado
en cualquier triste callejón sin
nombre.
No obstante,
y a pesar de todo ello…
¿Quién dice que no es amor?
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