MI PARAISO BLANCO
se cubrió se sombras
que no cesaban de gritar
improperios contra
un destino insensible,
lleno de incertidumbre.
Palabras no dichas
pretendían imponerse
a la pena dolorosa
de las ausencias repentinas,
ausencias que cambiaron
el curso de una vida apacible.
Sus marchas dejó la confusión
infinita, emociones
desechas temblaban de un frío
extraño y doloroso.
Los versos lloraban
sin consuelo.
Desconocían el camino
que debían seguir.
La senda huyó, se sentía
culpable de aquellas ausencias
tan queridas.
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