La resignación del poeta

     La cuartilla está arrugada, el paraíso blanco, desierto, se va cubriendo de nubes negras, dispuestas a descargar todo su odio sobre sueños moribundos, no pudieron cumplir las promesas guardadas el destino. Las palabras huyeron por las esquinas ocultas de un tiempo egoístas, ruin, en el que los viejos valores morales ya no contaban, eran ultrajados constantemente. No aguantaban tanto odio y las mentiras se hacían insoportables.
     En las esquinas, ocultas por la nostalgia, se esconden ilusiones, se resisten a caer en un doloroso olvido. Dibujan, constantemente, versos con los últimos destellos del fondo del alma, es el único lugar donde aún pueden mirarse al espejo y enfrentarse a su propia imagen, deformada ya por el paso de un tiempo sin escrúpulos. Quieren ser realidad, huir por las sendas misteriosas de la inocencia. Sueñan la ternura compartida con la persona amada, pero son simples ilusiones de un mísero poema de amor.
     Las ausencias de las palabras inundaron de una soledad desgarrada la inmensidad de las hojas secas del otoño. Su recuerdo es una mera excusa para aferrarse a la vida. Pero, cada vez, hay menos tiempo, aquel paraíso blanco se va cubriendo de lágrimas amarillas. Emociones lejanas se mezclan con vivencias actuales creando un ambiente raro, extraño.

     La realidad, constantemente, trata de alisar aquella triste cuartilla, envejecida por momentos. Se esfuerza por mantenerla fuerte, erguida. Cada amanecer, la entrega, con dulzura, nuevas esperanzas, con los primeros rayos del sol procura de iluminar las sombras más ocultas, en las que se esconden crueles reproches y mentiras ingratas. Sólo pretenden sembrar cizaña en los sentimientos fieles al amor, los únicos que se atreven a mirar al porvenir y dibujar juguetones versos en las ventanas, empañadas, del horizonte. Horas tras horas, tienen que reinventar un futuro que, rápidamente, parece difuminarse. Los minutos, veloces, se pierden en la nada y los segundos, simplemente, no existen.
     La desolada cuartilla, cansada de esperar, ve como pasa, fugazmente, las últimas oportunidades. Las ilusiones se van consumiendo en versos juguetones y aburridos al mismo tiempo, no encuentran la manera de dibujar un mísero poema y las emociones, abatidas, acaban lanzándose al abismo del olvido. A la nada.
     Sobre la cuartilla, ya envejecida y amarillenta por las amargas lágrimas del poeta, se borran, incluso, los recuerdos.
     Es inútil seguir luchando! El poeta, resignado, en un acto de desesperación, arruga su querida cuartilla y, con todo el dolor de su alma, la lanza, con furia, al cubo de la basura.