Pequeña crónica del señor Smith


     
      Don Gervasio, de segundo apellido Smith, es un hombre bajito y calvo, pero con un semblante agradable que invita a conversar. No podemos decir que sea guapo, por supuesto, aunque es fácil adivinar que en su lejana juventud tuvo que ser un joven con un cierto atractivo y simpatía; y que hoy, pasados ya los años, aún sigue atesorando una parte de aquella fortuna. Digamos, de acuerdo con el tan socorrido refrán español: “que quien tuvo y retuvo guardó para la vejez”.

     Vive en un segundo piso sin ascensor de un bloque de viviendas de renta media ubicado en una calle secundaria del centro de la ciudad, haciéndose acompañar por dos gatos, un perro y un loro parlanchín. 

     Viudo y jubilado desde hace cinco años, reparte las largas horas del día entre las compras y los pequeños paseos matutinos, algunos quehaceres de la casa, un ratito de lectura, y, por supuesto, la santa siesta después del almuerzo. Por la tarde procura, siempre que su ánimo se lo permite, no faltar a la cita con sus amigos en el bar de Pilar para echar unas partiditas de dominó; y a la noche, después de una frugal cena, entretiene el tiempo que le queda viendo algunos de sus programas de televisión favoritos, ya que no mucho más tarde de las once decide casi siempre irse a la cama a descansar y reponer fuerzas para el día siguiente. 

     Lo único malo que le sucede ahora al señor Smith, y por supuesto a todos nosotros, es que continuamos confinados por la Cuarentena del Covid-19.


Continuará…


(De Cuadernillo de la Cuarentena Covid-19)


J.L. Pacheco.