DESPISTADO POR LA BLANCURA
del abismo, busco palabras
con las que poder huir
de los silencios ingratos,
estúpidos, manipuladores
de los sueños más inocentes
que creen saberlo todo.
Tratan de imponer sus reglas,
sin embargo, cuando cae la tarde,
lloran por las últimas
hojas del otoño que se deshacen
en un rincón oscuro.
Busco bien por las esquinas
del tiempo, mas sólo hallo las cenizas
de antiguas promesas,
perdidas entre las brasas
resecas del olvido.
Se trataban de sueños de pacotilla
que asesinaron a cientos de palabras.
No pudieron volar, el cielo
se oscureció y, de repente,
las sospechas inundaron de sombras
el poema dorado del atardecer.