La vida pasa factura. De pronto, el cuerpo no funciona como antes y los pasos, ágiles y seguros en otro tiempo, se vuelven lentos y perezosos, e, incluso, se niegan a avanzar. Para qué seguir avanzando por el camino cada vez más insoportable? El cuerpo ya no está para muchos trotes, las articulaciones tampoco responden y una caída puede resultar fatal. El abismo estará acechando en cada esquina y todo puede acabar en un suspiro.
Los años son terriblemente injustos, cuando el hombre, después de luchar toda su vida para sacar adelante a su familia y darle un futuro, más o menos, seguro, todo se viene abajo. Su experiencia, conseguida a base de duros sacrificios, ya no le sirve para nada y los sueños que tuvo se diluyen entre la niebla gris del olvido, tan sólo le quedan las fotografías, imágenes que se distorsionan en retinas cansadas que acabarán vagando por la negrura más dolorosa de la soledad.